Tradicionalmente había dos maneras de clasificar y escoger el vino, por la variedad de la uva y por la denominación de origen. En los últimos tiempos, está cobrando fuerza otro aspecto como son las características del suelo para establecer la denominación del vino.
De esta manera, se pone en valor lo que hay sobre la superficie del terreno, donde las raíces de las viñas se hunden en la tierra y que, según esta corriente, esto es lo que le da el verdadero carácter y calidad a un vino.
Así, los suelos arenosos, arcillosos, graníticos o calcáreos, entre otros, marcarán las tendencias para comprar un vino, y serán los indicadores que acreditarán la calidad del vino.
Según apuntan los enólogos, el tipo de terreno influye mucho en la personalidad del vino en la copa, dando a los mejores un distintivo «sentido de pertenencia».
En algunos restaurantes de los Estados Unidos ya se está imponiendo esta tendencia. Así, la carta de vinos queda clasificada en función del tipo de roca, como por ejemplo granito, caliza o volcánica. No será nada raro tomar un vino blanco portugués si lo escogemos dentro del apartado de «roca caliza».
Además, cada vez más vinos están destacando en las etiquetas de las botellas las características o el tipo de roca sobre el que se ha cultivado el vino, como por ejemplo los cabernets de Alejandro Bulgheroni, o las bodegas de pinot noir Chapter 24 Vineyards, que le dan importancia en el etiquetado al tipo de tierra de sus vinos Fire + Flood.